Lecturas feministas sobre ciudades y territorio: desigualdades frente a la pandemia del COVID-19. Voces de las mujeres e intercambio de experiencias
Este martes 28 de abril de 2020, en los siguientes horario: 08.00hs Centroamérica / 09.00hs Colombia/Perú /10.00hs Chile / 11.00hs Argentina/Brasil / 16.00hs España/Francia.
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En este foro en que conversaremos sobre los efectos de la actual crisis sanitaria en las situación de de las mujeres en ciudades de América Latina, queremos proponer cinco temas que contribuyan a la reflexión y el debate.
• Estamos hablando de mujeres que viven en ciudades y territorios desiguales, segregados.
• Insistir en la corresponsabilidad de los cuidados. La crisis sanitaria aumenta el peso de las actividades de cuidado sobre las espaldas de las mujeres.
• Tener presente respecto al aislamiento o confinamiento, la desigualdad en el acceso a viviendas adecuadas y dotación de servicios básicos, en nuestras ciudades.
• Destacar la resiliencia que han mostrado las mujeres creado desde sus casas y sus barrios, mecanismos para su supervivencia y la de sus familias.
• Llamar la atención respecto al aumento de los casos de violencia contra las mujeres que ocurren en situaciones de desastre ahora agravada por medidas de aislamiento.
1. Impactos desiguales de la crisis en ciudades y territorios altamente segregados
Los efectos de la crisis sanitaria provocada por la pandemia, profundiza las múltiples desigualdades ya existentes en nuestras sociedades, y estas diferencias se expresan en nuestras ciudades, en nuestros territorios: para mitigar la expansión del virus y para enfrentar el contagio.
Son las mujeres que viven en condiciones precarias las que pierden más en la grave crisis que vivimos: Las mujeres en situación de pobreza y mayor vulnerabilidad, son las más afectadas, no solamente por el aumento del trabajo de cuidados y la pérdida de ingresos si se encuentran en la informalidad, sino también por las propias condiciones materiales y de infraestructura de sus hogares, barrios y comunidades, donde se las confina.
Las medidas de aislamiento, son en muchos casos un privilegio de clase, no todas la familias tienen viviendas adecuadas En algunas situaciones, estas medidas pueden incluso contribuir a aumentar los niveles de transmisión del virus en territorios y comunidades ya precarizados. A las mujeres y familias que viven hacinadas en viviendas pequeñas, en zonas marginadas, con entornos densamente poblados, con escasez de agua y de sistema de saneamiento básico, se encuentran con grandes dificultades para poner en práctica las acciones establecidas por los gobiernos para prevenir y mitigar los impactos de la pandemia.
Las mujeres migrantes son un grupo particularmente afectado, especialmente aquellas que realizan cuidado doméstico remunerado. Ellas enfrentan mayor posibilidad de exposición al contagio cuando mantienen su actividad económica, o pierden sus ingresos como consecuencia de las restricciones de viaje y de movilidad.
Habitamos un escenario complejo que significa para muchas mujeres:
• Más violencia intrafamiliar. En contexto de emergencia aumentan los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente violencia doméstica, debido al aumento de las tensiones en el hogar y puede también aumentar su aislamiento. (como lo indica el aumento de las llamadas a centros de ayuda).
• Las personas sobrevivientes de violencia pueden enfrenta obstáculos adicionales para huir de situaciones violentas o para acceder a órdenes de protección y/o servicios esenciales, debido a factores como las restricciones de la circulación o la cuarentena. El impacto económico de la pandemia puede generar barreras adicionales para dejar a una pareja violenta.
• La capacidad de las mujeres para procurar sus medios de vida se ve altamente afectada por la pandemia. Las cuarentenas reducen considerablemente las actividades económicas y de subsistencia y afectan sectores altamente generadores de empleo para las mujeres.
• La reducción de la actividad económica afecta en primera instancia a las trabajadoras informales inmigrantes que pierden su sustento de vida de forma casi inmediata, sin ninguna red o posibilidad de sustituir el ingreso diario en general.
2. Crisis de los cuidados y COVID-19. Respuestas urgentes y más allá del confinamiento
En este contexto de grave crisis sanitaria el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado de niñas y niños en casa ha aumentado debido a los cierres de escuelas, además de los cuidados de personas enfermas crónicas y/o en condición de discapacidad.
Son las mujeres quienes están en la primera línea de acción, en los hogares, en las comunidades, y también atendiendo los servicios básicos y los centros salud. Son ellas quienes están cumpliendo una labor clave para garantizar el cuidado de las personas dependientes y de los grupos afectados.
Y esta sobrecarga de trabajo provoca agotamiento físico y mental, de ahí la urgencia por avanzar en la corresponsabilidad en el cuidado: en el ámbito privado y en el ámbito público.
En primer lugar, está la necesidad de avanzar en corresponsabilidad del cuidado en el hogar entre hombres y mujeres: es necesario promover medidas que permitan reconocer, reducir y redistribuir la sobrecarga de trabajo no remunerado que se produce al interior de los hogares por cuidados de personas dependientes y que es absorbida mayoritariamente por las mujeres.
Entre otras medidas, demandar:
• Licencias de cuidado de hijas e hijos u otros familiares con enfermedades crónicas y/o en condición de discapacidad, para disminuir los efectos de la pandemia.
• Adecuación de servicios de cuidado públicos, privados y comunitarios que alivian el trabajo que recae en las mujere
• Bonos adicionales y subsidios para la contratación de servicios de cuidado infantil para personas que no puedan trabajar desde casa.
Los sistemas de protección social y de seguridad social vigentes en nuestros países -en su mayoría- no se corresponden con la realidad de importantes sectores de la población, son incapaces de enfrentar los efectos de las medidas necesarias para detener la propagación del COVID-19 y para mitigar sus impactos, así como para dar una respuesta responsable y sostenible al conjunto de la ciudadanía.
Hoy más que nunca, es fundamental, colocar en el centro la sostenibilidad de la vida y la solidaridad. Es urgente demandar políticas sociales y económicas sostenibles a largo plazo. Políticas inclusivas de reactivación económica y de empleo, que aborden los desafíos del cambio climático, desde una nueva gobernabilidad con diálogo social, que se proponga enfrentar la desigualdad en sus múltiples dimensiones, con sistemas que garanticen el acceso universal y de calidad a los servicios de salud, sistemas de protección social y de cuidados.
3. Las ciudades y los servicios básicos
El implícito que se invisibiliza es que para el desarrollo de las actividades domésticas y de cuidado, se requiere contar con una vivienda adecuada y acceso a servicios básicos: agua potable, luz eléctrica, sistema de drenaje y alcantarillado, combustible para cocinar o calentar alimentos, entre otros que se vinculan particularmente al urbanismo (acceso a mercados, bancos, supermercados o redes sociales).
Alejandra Massolo señala que por el hecho de desempeñar distintas funciones y obligaciones y tener distintas posibilidades de acceso a los recursos, hay que tomar en cuenta que las experiencias cotidianas de las mujeres son cualitativamente distintas a las de los hombres, así como sus percepciones, posibilidades y limitaciones para enfrentar sus necesidades de vivienda equipamiento y servicios.
En el contexto de una pandemia, el acceso a estos servicios resulta vital para solventar desde cuestiones de supervivencia, hasta algunas que se vinculan con la liberación de espacios, o maximización de tiempos. Obviamente el agua implica supervivencia, no sólo por la preparación de alimentos, sino por la necesidad constantes en este contexto: lavar las manos, ropa y zapatos, además de las mascarillas reutilizables.
Sin embargo, el acceso a agua como elemento vital está limitado para muchas personas. Según un informe de la OMS al 2008, en América Latina y el Caribe, 40 millones de personas (7%) no poseen acceso a fuentes de agua mejoradas.
Con las altas tasas de contaminación de las fuentes de agua y la escasez asociada a la tala de árboles en todo el continente, el acceso se dificulta más que nunca, y en muchos países se raciona su acceso, y en incontables casos, ese racionamiento beneficia más a la industria manufacturera y hotelera, hacia donde se desvía. Esto hace que con el pasar del tiempo, en lugar de que más personas tengan acceso, se incremente el número de personas que no cubren esta necesidad.
Los mensajes en esta situación reiteran la necesidad de lavarse las manos, de usar desinfectante y alcohol, situaciones que implican el uso de unos recursos que no son de acceso universal, evidenciando una vez más la desigualdad social, en tanto que estas medidas carece de sentido para quienes viven en los márgenes o en lugares tan abandonados por el Estado, que no hay manera de generar acciones de protección, particularmente para los grupos más vulnerabilizados, como las mujeres y quienes dependen de ellas.
4. Resiliencia en la recuperación de medios de vida
La pandemia se desarrolla en un contexto en el que las mujeres, generalmente vinculadas a la economía informal, se ven aún más expuestas, con niñez, adolescencia, parejas y personas adultas mayores, enfermas crónicas y/o en condición de discapacidad que requieren de atención y cuidados, así como de contención emocional, derivado de la ansiedad, desasosiego e incertidumbre que generan la cuarentena y demás restricciones.
Se observa un encarecimiento y/o escasez de lo básico, cuando no acaparamiento, lo que dificulta la sobrevivencia. Pese a ello las mujeres, sobre todo, han creado desde sus casas, mecanismos para su supervivencia y la de sus familias: fabricación de mascarillas y de alcohol en gel para la venta, comida (tiempos de comida, helados, repostería, comida típica de postre), servicios a domicilio para garantizar la venta de sus productos. Además, personas adultas mayores, pese a las restricciones, ofrecen servicios, venden libros, y en general se mueven solas, pese a que en supermercados grandes ya les prohibieron la entrada, sin considerar que viven solas y no cuentan con redes familiares para solventar sus necesidades.
Las redes sociales, en el caso de quienes tienen acceso, son los medios de promoción de sus productos y servicios, en otros, de voz en voz, y en otros, incumpliendo las normas establecidas, ofreciendo de casa en casa: barrer y lavar los caminamientos, afilar cuchillos, jardinería, reparación de electrodomésticos, zapatos, entre otros, incluyendo a quienes directamente piden ayuda para dar de comer a sus familias.
La resiliencia en el caso de los lugares menos urbanos, pasa por la creación de mecanismos de cuidado comunitario y la identificación de estrategias de cuido: creación de un espacio de lavado de manos con poca agua y jabón, colgados de lazos para facilitar el acceso y reducir el contacto y contaminación. La solidaridad y el intercambio también son estrategias de sobrevivencia: por ejemplo, se difunde que una familia que necesita alimentos y víveres colocar bandera blanca en la puerta de su casa, familia con personas ancianas que necesitan medicamentos, alimentos y víveres, bandera roja y mujer que necesita ayuda por violencia, bandera negra. En cada localidad varían los colores y sus significados. Algunas panaderías preparan bolsas con sus productos, los colocan en mesas fuera de sus locales con carteles, indicando que quien tenga la necesidad, o si se trata de personal policial, de bomberos o de salud, tome una de las bolsas totalmente gratis.
En las comunidades en cuarentena, disponen de ventas domiciliarias para solventar el acceso a verduras, frutas, carnes y otros productos necesarios. La creatividad ha aflorado, y entre tanta incertidumbre, se encuentran los caminos solidarios para salir adelante.
5. Ciudades y violencias
En el aislamiento social impuesto a partir de la pandemia, las mujeres de distintas edades: niñas, jóvenes, adultas, mayores, de distinta condición social y origen étnico, y la población LGTBIQ, se ven obligadas a convivir más tiempo con sus agresores, lo que incrementa el riesgo de sufrir distintos tipos de violencias en un contexto donde las posibilidades de pedir ayuda, o denunciar los hechos, o acceder a órdenes de protección, está limitada por los mandatos de inmovilidad social. Esta situación que se agrava en hogares con hacinamiento, donde vive toda una familia en un cuarto.
En este contexto, ONU MUJERES señala que el feminicidio es una realidad que golpea fuertemente a la región, y pone en evidencia que uno de los lugares más inseguros para las mujeres son sus casas. Resalta que el impacto económico de la pandemia puede generar barreras adicionales para dejar a una pareja violenta, así́ como mayor riesgo de explotación sexual, y alerta sobre cinco tipos de violencia: la familiar y sexual; la explotación sexual, que afecta especialmente a migrantes y trabajadoras informales, que al perder sus fuentes de ingreso pueden entrar en las redes de explotación; la tercera es el tráfico, que se exacerba con el cierre de fronteras; una cuarta es la violencia cibernética; y una quinta es el riesgo para las defensoras de la vida, la paz y el territorio.
Es así como una mujer se ve enfrentada, no solo a responder a nivel laboral (si es que cuenta con un vínculo laboral vigente), sino a cuidar a sus hijas y/o hijos o personas bajo su cuidado, mientras se encuentran en casa, desempeñando otras labores consideradas propias del hogar (limpieza, cocina, etc.) y a “responder” como esposa o compañera con lo que socialmente se espera de ella. El incumplimiento de estos mandatos sociales reconocidos como roles de género, se constituye en el detonante que desencadena por parte de sus compañeros el ejercicio de violencia física, psicológica, así como económica y patrimonial. Abogados sin Frontera Canadá (2020)
Es necesario agregar que en el espacio público, las mujeres que deben salir de casa a cumplir labores de salud, cuidado o abastecimiento en horas nocturnas, se sienten inseguras en lugares despoblados, con poca iluminación y sin vigilancia. Por su parte, las mujeres denuncian además agresiones verbales y sexuales por parte de la policía cuando se ven obligadas a salir de compra o a atender algún familiar.
De otra parte, en situaciones de emergencia por desastres tanto en experiencias nacionales como internacionales, existe la evidencia que la violencia intrafamiliar y la violencia sexual hacia las mujeres se incrementa de manera considerable, en albergues temporales organizados para proteger a las familias que han perdido su lugar de vivienda.
Es importante que los municipios definan acciones urgentes y protocolos, articulados entre las organizaciones sociales de mujeres y las instituciones especializadas para prevenir, atender y garantizar el acceso a la justicia, respecto a los distintos tipos de violencia contra las mujeres en los contextos de emergencias y especialmente en situación de aislamiento social.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en La Resolución 1 de 2020, recomienda:
a. Fortalecer la capacidad de los agentes de seguridad y actores de justicia involucrados en la investigación y sanción de hechos de violencia intrafamiliar, así como llevar a cabo la distribución de materiales de orientación sobre el manejo de dichos casos en todas las instituciones estatales.
b. Garantizar la disponibilidad y continuidad de los servicios de salud sexual y reproductiva durante la crisis de la pandemia, incrementando, en particular, las medidas de educación sexual integral y de diseminación de información por medios accesibles y con lenguaje adecuado, con el objeto de alcanzar a las mujeres en su diversidad;
c. Ofrecer recursos adecuados a la ejecución de las tareas a mujeres prestadoras de salud de la primera línea, con atención en salud mental, así como medios para reducir la carga doble de trabajo que tienen acumulando el rol profesional y las tareas de cuidado doméstico.
En este escenario, la promoción del trabajo en barrios y comunidades, es y será fundamental para estar atentas y articulando las organizaciones y redes de mujeres para demandar el derecho a la salud, a la vivienda, a políticas de cuidado que pongan en el centro los derechos de todas y de todos a habitar la ciudad con dignidad.
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